El que entendió… entendió!
La política en Colombia parece más un tinglado de complicidades que la acción conjunta de quienes piensan en el bienestar de sus electores y todo ello porque en el proceso histórico de su desarrollo las prioridades personales remplazaron las del colectivo social.
El ejemplo típico es el de las corporaciones de elección popular en donde siempre ha existido la distinción entre quienes disfrutan sus beneficios por haber elegido al gobernante respectivo y la oposición que la conforman los grupos perdedores, es decir, los que fallaron en el proceso de elegir a quien va a gobernar.
Los oficialistas disfrutan las mieles del poder y por lo tanto, participan de las prebendas del gobierno, en especial de aquellas que los benefician económicamente, mientras que los opositores ven perdida la inversión que hicieron para hacerse elegir, pues no obtendrán nada que puedan transformar en dinero y entonces acuden al expediente de siempre: pedir algo a cambio de algo.
Cuando la coalición de gobierno es mayoritaria no hay ningún problema para el gobernante; pero cuando no lo es, el mandatario de turno se verá en calzas prietas pues se le negarán todos los proyectos que presente para cumplir sus programas de gobierno, solo porque sí, siempre buscando la forma de recuperar algo de los beneficios perdidos, es decir, qué me da y yo le doy, lo que se conoce con el nombre de chantaje político.
Qué pide un elegido a las corporaciones públicas para sí: puestos burocráticos, de los cuales muchas veces cobran parte del salario que recibe el funcionario que hacen nombrar; contratos amañados para sus amigos, de los cuales se beneficiarían indirectamente, o la simple y vulgar mermelada, que no es otra cosa que las apropiaciones presupuestales para ser llevadas a las regiones de las cuales provienen sus votos y poder demostrar la importante preocupación que tienen por sus electores, manteniendo así la forma de perpetuarse en el poder.
Y los electores indiferentes, pues es en la famosa afirmación: “Yo no estoy interesado en las cosas de la política” donde radica el verdadero problema, porque esa indiferencia facilita el accionar artero de quienes fungen de probos para hacerse elegir y luego les sale el verdadero lobo que llevan por dentro.